"Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron"
Comandante Ernesto Che Guevara;
Discurso ante la Asamblea de Naciones Unidas.
Saludo en estos tiempos a aquel que han convertido en material de exportación, en un cualquiera souvenir, en monumentos y afiches. Saludo al Che, al guerrillero, al luchador, al hombre nuevo.
Para toda la gente que camina
en contra sentido.
Para todos aquellos
a quienes les llega el día
dormidos, ciegos.
Para aquellos y aquellas
que multiplican sus energías,
que lo intentan cien y mil veces
y que aterrados del mañana
se acuestan a medias,
con un ojo cerrado y el
otro abierto en
permanente vigilia
incredulos de lo que viene.
Aquellos y aquellas que las
noches se les vinieron encima
como las noches a un faro.
A los olvidados, a los condenados
a todos esos nobles que
de vivir tenían poco
y de dormir menos.
A todos esos que abrazaron
la esperanza, que siguieron
creyendo aunque la realidad
profesara lo contrario.
A ellas, todas ellas, dulces
por naturaleza e implacables
como el sonido metalico
del desamor.
A ellos, a nosotros,
los olvidados, pero que están,
que están, pero olvidados.
A los que creen aun en la utopía,
a los amantes de culto, a toditos ellos.
A los implacables caminantes
de alegrías ajenas, que aun
en la patria ajena del corazón
dejan espacio a la esperanza.
A los homenajeados
con el amor correspondido,
a los valientes de verdad
que a pesar del fracaso
una y otra vez miran con
enojo a los precavidos.
A los que conjugaron la
compañía como verbo,
e hicieron de ese verbo
un presente simple.
A los incansables de palabras,
a las compañeras eternas.
A los que derrocharon épocas
como el mar que derrocha las olas.
A todos aquellos que se juraron
para siempre y que al despertar
solo dejaron tiempo para
agradecerse y despedirse.
Para aquellos que eligieron
una y otra vez el reencuentro,
despistado y sin razones
extraños y ajenos.
Para todos ellos,
los futuros indeterminados,
los avidos de novedades,
sean circunstancialmente
escuchados en sus suplicas,
y gratificados por sus acciones
que la vida dura lo que dura un cigarro.